El tamaño descomunal del objeto–ciudad impide contemplarlo de un vistazo a menos que se ascienda a una altura considerable. Pero desde tan arriba las ciudades tienden a parecerse entre sà porque dejan de apreciarse sus rasgos caracterÃsticos. No queda sino mirarla desde dentro de ella misma, y además a muy corta distancia, en 'close-up'. Como el cuerpo humano es minúsculo en comparación con las dimensiones del objeto–ciudad, son relativamente escasos los puntos de vista que cabe emplear para considerarlo en sus distintos aspectos. Esta incapacidad fÃsica explica que las fotografÃas de ciudad sean siempre extremadamente parciales, y que se muevan entre la toma frontal y la vista lateral, en escorzo. Si a partir de ellas reconocemos los sitios que representan es gracias a que antes los hemos conocido.
La imagen de la ciudad se construye, asÃ, por acumulación, en la suma de incontables recorridos. Por eso cada persona tiene su propia imagen, porque cada una tiene sus recorridos. Y como la ciudad es cambiante y no para quieta, esas imágenes mentales necesariamente también lo son, aunque la repetición de los recorridos a causa de la rutina embote nuestra curiosidad. La imagen de la ciudad que poseemos depende de nuestros intereses, pues son estos quienes deciden los recorridos que hacemos. Las imágenes, los intereses y los recorridos son tres caras de lo mismo. A la vista de las imágenes que aquà se exponen, ¿qué interés ha decidido mis recorridos por Valladolid en las tres ocasiones en que la he visitado?
FotografÃo ciudades desde que empecé a trabajar con una cámara en torno a 1975. Gracias a la información recogida a lo largo de casi medio siglo de recorrerlas he construido una imagen–resumen genérica de lo urbano que me proporciona una sensación de confianza y seguridad cuando visito una ciudad por primera vez. Esta imagen-resumen se ha ido configurando en mà a base de constatar en múltiples ocasiones sobre el terreno cómo están hechas las ciudades europeas que tienen como mÃnimo tres o cuatro siglos.
En todas hay un centro antiguo, una zona de ensanchamiento extramuros surgida en el siglo XIX como consecuencia de la industrialización, un cinturón de bloques erigido en el curso de la recuperación de después de la guerra –la de 1936-1939 o la segunda mundial– y una serie de polÃgonos industriales y de negocios. Hay una zonificación por tipos de actividad, por clases sociales y niveles de ingreso, por la mayor o menor proximidad a los nodos de comunicación –puerto, estación de ferrocarril, aeródromo–, a las vÃas de entrada y salida y a los centros de producción –fábricas y talleres– y distribución. El hospital suele estar lejos del centro, igual que la cárcel, el estadio, el parque, la plaza de toros y la estación. La catedral, la universidad, el ayuntamiento y el juzgado se localizan en el núcleo antiguo, lo mismo que la plaza mayor y los museos.
Esta descripción de la constitución de la ciudad occidental sigue siendo válida aunque desde hace 20-30 años se haya ido produciendo el traslado –la deslocalización– del sector secundario más allá de las fronteras de la UE, y las zonas que antaño ocupaba dicho sector secundario se estén gentrificando, y aunque el impacto del turismo afecte severamente los centros históricos. Con la expresión «área metropolitana» los urbanistas, legisladores y administradores se refieren a la zona de influencia de la ciudad, que trasciende los lÃmites estrictamente municipales. Es siempre la misma idea, se llame como se llame –Gross-Berlin de 1920, Greater London, Gran Barcelona–, pues refleja el incremento paulatino del radio de influencia directa y la fagocitación de los pueblos de la periferia. Por eso en las ciudades mayores encontramos varios centros.
La constatación de que la ciudad es como acabo de resumir ha sucedido por acumulación, a base de recorrerla en dos tipos de desplazamientos perfectamente diferenciados. En el primero, con la cámara, me voy deteniendo para fotografiar lo que me parece interesante, discerniendo entre lo conveniente y lo inadecuado. Aquà conjugo la lógica racional de lo que ya sé –lo genérico– con la sensación de sorpresa que me provoca lo imprevisible, que siempre es concreto. De estos desplazamientos salen unas fotografÃas que son el material en bruto. Para llegar a las definitivas tengo que volver a moverme por la ciudad, pero ahora el tipo de desplazamiento no es fÃsico, recorriendo sus calles, sino de 'lector en casa' –como decÃa Richard Ford en su guÃa de España (Londres 1844)–, trabajando con las fotografÃas que he hecho en la calle. El proceso tiene su ritmo, y tanto en la labor de la primera selección, cámara en mano, como en la segunda, ante las copias de trabajo en papel, hay abundantes tiempos muertos en los que aparentemente nada se hace ni nada ocurre. Pero al final se acaba teniendo una selección, que deberá adaptarse a las caracterÃsticas particulares del espacio –pared, libro, vitrina, monitor– donde se vayan a publicar.
Reglas de actuación que sigo al fotografiar la ciudad: 1. Trabajar en las lÃneas de junta donde los distintos tejidos urbanos se encuentran. 2. Moverme preferentemente a pie de calle: cualquiera debe poder localizar los puntos de vista que he empleado. 3. En cada fotografia deberÃa haber al menos tres componentes. 4. Las lÃneas verticales de los edificios no deben converger. 5. Integración del primer plano en la composición. 6. Lo que aparece en el encuadre debe remitir a lo que ha quedado excluido. 7. Aunque cada fotografÃa muestre una realidad bien particular y concreta, esta interesa por su capacidad de referirse a lo general y abstracto.
Manolo Laguillo