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Tête brune

Jaume Plensa

1984
Hierro
Medidas: 35x26x21 cm
A.C.A.C. Colección BBVA

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Procedencia:
Col. artista / Gal. Toni Tàpies, Ediciones T, Barcelona / C.A.C.- Museo Patio Herreriano, Valladolid

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Exposiciones:
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Bibiliografía:
Museo Patio Herreriano. Arte Contemporáneo Español, Colección Arte Contemporáneo y Ayuntamiento, Valladolid, 2002, 374, rep.c.

Comentario:
Tête brune es una escultura cargada de enigmática fuerza expresiva. Es una cabeza sola, sin cuerpo, hueca, que posee la apariencia de una máscara, y que cifra en su condición incompleta gran parte de su efecto plástico. Plensa conoce los antecedentes escultóricos de los fragmentos de cuerpos o cabezas concebidos como esculturas en si mismas, sin aspirar a formar parte de un cuerpo. Así lo habían hecho Rodin, Brancusi, Gargallo y Julio González. El tradicional busto clásico pasó en la modernidad a ser fragmento consagrado como obra definitiva. Tête brune participa además del impacto de la máscara mortuoria que podría ser también, en el otro extremo conceptual, carnavalesca, de no ser por lo peculiar del material en el que está hecha. Jaume Plensa concibe la escultura como memoria y tiempo, pero no como arqueología: esta cabeza no tiene la intención de simular un hallazgo de época remota, aunque pudiera parecerlo. Sus rasgos fisonómicos, su apariencia herida, podrían ser interpretados de muchas maneras, pero tampoco es eso lo esencial. En los años centrales de la década de los ochenta, Plensa llevaba a cabo una escultura de claras referencias antropomórficas, siendo la figura humana el centro de su interés. Pero más que la figura en sí, le importaba la noción de cuerpo como un ente que contiene multitud de órganos y vísceras, y la escultura guardaba relación con el cuerpo al convertirse también en una especie de contenedor, un recipiente. En este caso, la cabeza está vacía, y se constituye como un caparazón exterior, o cuerpo sin órganos, con la idea de despojamiento y ausencia que ello conlleva. Plensa llevaba tiempo trabajando el hierro, al que cortaba y forjaba, pero en 1983 se dio cuenta de las posibilidades que le ofrecía otra técnica, la de la fundición realizada por él mismo en un taller industrial en vez de en una fundición artística con operarios que repiten el modelo proporcionado por el artista. El metal líquido podía adoptar múltiples formas y, en su proceso de solidificación el escultor podía hacer operaciones próximas al modelado. Veía la forja como un procedimiento más civilizado y cultural, que permitía cambios y rectificaciones. En cambio, la colada de hierro permitía modelarlo solo hasta un cierto punto: era una técnica arcaica que a Plensa le hacía participar de un rito metalúrgico ancestral en el que los procesos de licuación mediante el fuego y solidificación, aportaban una vivencia directa de gran intensidad. El hierro fundido, material telúrico y mágico, en Tête brune posee irregularidades que no son rectificadas, porque el acabado en bruto, las huellas, grumos y pátinas naturales del hierro solidificado participan del resultado final de la escultura. Si bien el material no es para Plensa una finalidad, sí es vehículo de sus emociones, reflejo de sí mismo. CB

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