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Excursión

Mathias Goeritz

1948
Gouache sobre papel
Medidas: 34x44,5 cm
A.C.A.C. Colección BBVA

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Procedencia:
Col. particular, Madrid / C.A.C.- Museo patio Herreriano, Valladolid

Firma:
SIN FIRMAR

Exposiciones:
1949 Angel Ferrant – Mathias Goeritz, Galería Palma, Madrid

Bibiliografía:
Bernárdez Sanchís, C., "Consideraciones sobre el dibujo en el arte español del siglo XX" en El Arte español del siglo XX. Su perspectiva al final del milenio, Madrid, CSIC, 2001, 435, rep b/n; Gullón, R: Ángel Ferrant-Mathias Goeritz, Madrid, Palma, 1949, s.p., rep c; Museo Patio Herreriano. Arte Español Contemporáneo, cat., Valladolid, 2002. pag 109, rep. c; Museo Patio Herreriano. Arte Contemporáneo Español, Colección Arte Contemporáneo y Ayuntamiento, Valladolid, 2002, 109, rep.c

Comentario:
La vuelta a los debates en torno a la abstracción y el regreso a experiencias no figurativas a mediados de los años cuarenta constituyeron los primeros síntomas de una lenta y prudente vuelta a la normalidad artística en la España de la posguerra. Más compleja en toda su extensión, la defensa de lo abstracto como concepto y expresión formal gira en torno a dos referencias ya manejadas en años precedentes como fueron los modos de expresión plástica de la infancia y las formas artísticas de la Prehistoria. Aparte de la proximidad metafórica de ambos conceptos, en ellos converge un espíritu de primacía de lo intuitivo sobre lo mecánico, repetitivo y amanerado que caracterizaba el arte de vocación más naturalista que comenzaba a convertirse en blanco de las críticas de los grupos renovadores. Goeritz participa plenamente de esta corriente, en estrecha comunidad de intereses con su maestro Angel Ferrant. Durante el verano de 1948, el artista alemán reside en Santillana del Mar, donde entra en contacto directo con las pinturas de Altamira. Su impacto e influencia quedan reflejados en sus palabras -“ahí estaba contenida toda la libertad que yo buscaba”- y la serie que realiza a continuación, a la que bautiza con el nombre de la cueva, y a la que pertenece Excursión. Tanto aquélla en general, como éste en particular, ilustran los términos en que Goeritz interpreta los modos plásticos de los artistas del Paleolítico, que resume en el rechazo de la mímesis como fundamento de la práctica artística y el alineamiento con una estética de síntesis que aúne “…naturaleza y abstracción, materia y espíritu, razón y sentimiento. (…) Una síntesis que es el ideal del arte nuevo”. Este ánimo conciliador se traduce en el dibujo de Goeritz no tanto en un estilo como en una poética, en un mecanismo de interpretación intelectual cuyo objetivo se sitúa más en la esfera de la evocación, de la plasmación de las impresiones y emociones experimentadas, que en la fidelidad formal a lo representado. De ahí la libertad compositiva, reflejada en la arbitrariedad con que distribuye y ordena los distintos elementos que definen el paisaje, los convencionalismos de carácter mental de que se sirve para la representación de lo que en apariencia representa un ave, una figura humana, elementos orográficos o supuestos cuerpos celestes, o la ausencia de referencias espaciales en términos de profundidad o perspectiva. Como el resto de la serie, hay en Excursión un aire a diario, de mecanismo de fijación de la memoria, que tiene más de literario que de pictórico, y que se refleja en la forma caligráfica con que define los trazos y las manchas y en la resistencia a prescindir de una última relación con el acontecimiento, traducida en el título, una licencia de orden poético que permite al que contempla el dibujo compartir la emoción de la que procede. AGV

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