El trabajo realizado en la capilla, Caliza (2024), se refiere al origen geológico de la arquitectura. Denominada Caliza del Páramo, es una piedra que tiene entre 5 y 9 millones de años. La instalación es el resultado de una práctica muy habitual de Lara Almarcegui: frenar el ritmo de producción de una cantera. En este caso, de este parón obtiene un conjunto de grandes bloques de piedra caliza que, en circunstancias normales, tendría múltiples salidas comerciales (baldosas para los suelos del Museo Patio Herreriano, por ejemplo). Durante el tiempo que estos bloques estén aquí expuestos no podrán destinarse a este u otros fines, lo que supondrá una suspensión de la cadencia productiva habitual de la cantera. Solo al término de la exposición, las piedras se reinsertarán en la rueda de producción.
En la sala 9, contigua a la capilla, un vídeo documenta una acción reciente de la artista, que paraliza por un día la producción de una gravera en La Planta del Corb, complejo industrial operado por Sorigé junto a la ciudad de Balaguer, cerca de Lérida,. Es flagrante el extrañamiento que la suspensión de la actividad produce en quien observa. Además, al proponer la artista una jornada de puertas abiertas, con público recorriendo la gravera, se propone una nueva relación con un lugar que, por inaccesible, resulta insólito y desconcertante en igual medida.
En la sala 1, ya en la primera planta, un conjunto de trabajos sobre descampados muestran cómo desde muy pronto Almarcegui cuestionó los desarrollos urbanísticos que potencialmente afectaban a la historia de determinados barrios y a la cotidianidad de sus vecinos. Esto es visible en la acción realizada en el mercado de Gros, en San Sebastián. Antes de ser demolido, y consciente del destino que le esperaba, Almarcegui realizó un trabajo de restauración que tuvo tanto de ejercicio de resistencia como de reivindicación de lo no siempre productivo. Desde ese proyecto de 1995, los gestos con los que confronta radicalmente a la especulación han sido una constante.
Otras de sus acciones más conocidas, y de la que en esta exposición podemos ver buenos ejemplos, son las guías de descampados realizadas y publicadas en lugares que sufren un intenso proceso de transformación, como zonas que van a verse afectadas por ambiciosos desarrollos urbanos como Juegos Olímpicos o grandes infraesctructuras industriales planificadas junto a ejes de ríos que se han quedado obsoletas. Conseguir que muchos descampados permanezcan hoy intactos y a salvo de la especulación ha sido otro de los logros de los proyectos de Almarcegui.
De esta actitud crítica derivan muchas de sus colaboraciones con ingenieros, geógrafos y arquitectos, con quienes Almarcegui ha calculado el peso de ciudades y edificios, cuyos números se exhiben en listados dispuestos sobre las paredes. Aquí pueden verse los materiales utilizados para la construcción, por un lado, de la ciudad de Sâo Paulo y, por otro, del Pabellón de España de la Bienal de Venecia, del que fue protagonista en 2013 y donde se mostraban en forma de escombros los diferentes materiales utilizados para la construcción del edificio. Las vinculaciones entre el listado que aquí vemos y aquel proyecto veneciano son claras.
En la ciudad de Dallas, Almarcegui realizó un proyecto relacionado con el proceso de transformación urbana que implicaba la demolición de una vivienda. Una vez derruida la casa, enterró los escombros en el mismo lugar en el que se alzaba el edificio, documentando la acción con un video en el que el sentido crítico es evidente y en el que se observa un extrañamiento que nunca es ajeno a su trabajo.
En la sala 2 se reúnen trabajos más recientes que son consecuencia de los vistos anteriormente (retirada de suelos y parqués) y también premonitorios de los que la artista ha producido para esta exposición. Desde hace un tiempo, ha trabajado en la gestión y negociación de contratos de derechos minerales, en los que autoridades mineras dan permiso de explorar yacimientos de hierro. Son proyectos que también tienen relación con los descampados que preservaba y que avanzan en la reflexión sobre el origen de materiales de construcción, como el hormigon. Hay una cuestión que vincula ambos proyectos. Almarcegui no actúa sobre los descampados que protege ni sobre los minerales cuyos derechos obtiene. Se trata de conseguir los derechos para bloqueralos con el fin de reflexionar lo que se encuentra debajo de nuestros pies. Se trata de obtener los derechos del subsuelo, no de la superficie, pues ella no pretende nunca extraer.
Junto a los contratos que sobre el subsuelo ha contraído en diferentes lugares, se proyectan dos vídeos que documentan proyectos de gran escala en torno a la producción de hormigón y su origen geológico. Uno de ellos tiene lugar en la plaza junto a la feria de Basilea y el otro en una gravera en la montaña, cerca de Safienthal, también en Suiza. La primera, Grava, 2018, consistía en la documentación de la acción de traer desde una gravera durante cada uno de los cuatro días que dura la feria de arte, 250 toneladas de material que vertían en mitad de la plaza. Además de la instalación, Almarcegui produjo una guía que ofrecía información sobre las graveras abandonadas más relevantes de los alrededores de la ciudad de Basilea.
Frente a Grava se encuentra otra proyección, Gravera Safienplatz, que documenta a tiempo real una acción que tuvo lugar entre julio y octubre de 2022. Cada viernes, la gravera frenaba su actividad durante una hora. Al pararse la maquinaria se puede oír el material, el sonido del río arrastrando las piedras y se observa el lento movimiento de las nubes, que acabarán formando una tormenta. Esta imagen contrasta con la cadencia diaria, inapelable, de la producción de grava que se ve en la proyección de la pared contraria.
Al final de la sala se encuentra uno de los proyectos que Almarcegui ha producido en Valladolid, la guía del descampado Pinar de Jalón, que se suma a las guías de zonas en transformacion que vemos en la Sala 1. Se trata de una de las graveras abandonadas de Valladolid, un lugar en el que es frecuente la extracción de áridos naturales en los terrenos aluviales del Pisuerga y del Duero. Es notable la cantidad de graveras que se encuentra en los alrededores de la ciudad de las que se ha obtenido el hormigón, el asfalto, la grava y la arena con la que se ha ido construyendo. La guía narra la historia de los terrenos de Pinar de Jalon y los diferentes planes que sucesivos gobiernos municipales diseñaron en torno a él y su condición de testigo del crecimiento de la ciudad a su alrededor.