La obra de Juan del Junco se sitúa en la tradición fotográfica del arte conceptual de los años sesenta y setenta. Sus caracterÃsticas son, desde hace un tiempo, fácilmente identificables: su formato es menor, pero tiende a agrupar su trabajo en series que constituyen polÃpticos de generoso tamaño; el blanco y negro es casi ya una condición irrenunciable y es tendente a las texturas imperfectas, con el grano de la imagen pretendidamente visible. Las iconografÃas a las que acude permiten, o tal vez obligan, a asumir como inevitable esa cualidad, pues las aves, su motivo predilecto, son, por lo general, fotografiadas en vuelo.
En casa, de joven, aprendió todo sobre las aves, sus hábitats y sus hábitos, sus ritmos y sus desplazamientos; progresivamente fue atraÃdo por los lugares desde los que debÃa avistarlos y a esto se sumaron, también, los procedimientos de los que hubo de servirse en sus sesiones de trabajo. Llegado el momento, quiso que todo ello se deslizara en la tradición de los fotógrafos conceptuales. Tituló una muy extensa serie de trabajos Conceptual Andalusia, que tuvo diversas ramificaciones; perseveró en el recurso del texto y la publicación. Ésta no solo tenÃa la función de documentar material sino que se tornó en materia en sà misma. Pero a diferencia de los artistas conceptuales históricos, que en su arte hablaban fundamentalmente de la práctica del arte, Juan del Junco introdujo el matiz que le ha situado en la singular posición que hoy ostenta: lo autobiográfico.
La exposición que podemos ver en esta sala lleva por tÃtulo Ese gran trecho que -aún en vuelo- separa el secano de dos mares. Del Junco juega con la forma y extiende una gran superficie fotográfica que representa una porción de terreno. PodrÃamos definirlo como pedestre; es un terruño sin grandes atractivos que se encuentra en un pequeño pueblo de la provincia de Valladolid donde nació la abuela materna del artista, pero la precisión con la que está fotografiado es incontestable. Esta superficie fotográfica instalada directamente sobre el suelo recuerda al Photopath (1967) de Victor Burgin, un clásico del conceptualismo del que Del Junco se declara deudor, pero la alusión a lo propio, a lo vivido, le aleja de esta fuente. Un nuevo giro, no obstante, le acerca a ella de nuevo, pues la solución de su montaje, realizado mediante piedras como las que la propia imagen representa, otorga al conjunto un sesgo funcional.
En los muros, un número de series fotográficas recorre el perÃmetro del espacio, que se configura como un conjunto de publicaciones -cada una de ellas con su portada- dispuesto en retÃculas. Todas las imágenes que vemos en ellos tienen un tamaño de 40 x 30 centÃmetros y se despliegan siguiendo un mismo patrón. Es en el relato, sin embargo, donde se abren las lÃneas y aflora la lectura. Las aves en vuelo oscilan entre el norte y el sur, el mar y la tierra, la abstracción fogosa y la rotundidad del icono. Avistamientos improbables o encuentros fortuitos acompañan a la certeza del hallazgo, como los nidos, que, centrados y nÃtidos, arraigan en la tradición alemana. El ave en vuelo es protagonista de una exposición que observa, efectivamente, desde los muros largos, el modo en que el secano separa los dos mares. Pero el conjunto de imágenes revela, al mismo tiempo, las diferentes herramientas de las que se sirve en su quehacer y que constata el ejercicio programático y severo que lo hace posible, en la estela de la tradición a la que indefectiblemente se acoge.