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IDENTIDADES CRÍTICAS

Fecha:
Del 3 de febrero al 30 de abril de 2006
Lugar:
Sala 6, Sala 7 y Sala 8

El título Identidades críticas hace referencia a dos ejes de rotación sobre los que giran la mayoría de las obras de esta exposición: la identidad -investigada, afirmada y a la vez cuestionada- y el pensamiento crítico. Identidad que no es únicamente la del sujeto individual, por más que esa identidad singular y sus representaciones biográficas, corpóreas, sexuales, etc., hayan sido uno de los temas dominantes de la década de los noventa -y permanezcan vigentes casi mediada ésta-; también la identidad social y los problemas colectivos, la identificación de una narrativa histórica diferenciada de la Historia con mayúsculas, fueron motivos de investigación y expresión que conformaron un discurso transformador de la realidad pasada en el presente.

Crítica que debe ser entendida en un doble sentido. En primer lugar, como toma de posición ante los acontecimientos y su efecto en el sujeto. En segundo término, como crítica del propio medio artístico, que se vio impulsada, además, por la irrupción y predominio de las nuevas tecnologías, especialmente la fotografía digital y la infografía, así como el uso del vídeo, que han transformado profunda y radicalmente los lenguajes artísticos tradicionales. Asistimos en los noventa a una apropiación reinterpretada de la realidad, al tiempo que se diluyen, licuan y descomponen los sistemas y métodos de representación que hasta la fecha servían para fijarla.

Sala 6
Proyección monocanal

Identidades Críticas se completa con una proyección monocanal de obras en vídeo, dado que es en este soporte donde se han ido produciendo muchas de las evaluaciones y análisis de las identidades menos visibles y que han necesitado de él para su conocimiento por parte del público. En esta selección presenta las reflexiones y deconstrucciones de las diferentes identidades, ya fueran estas ciertamente individuales o sociales, sobre aspectos de género, de orientación sexual, sobre la memoria y la historia o sobre cuestiones políticas y sociales, que fueron conformando que los noventa acabaran siendo una década "crítica" frente a la mucho más celebrativa de los ochenta.

Sala 7
Imágenes suspendidas

Ante la obra Mirador de Montserrat Soto se impone el silencioso vacío que se extiende desde el pretil, interrumpido únicamente por dos telescopios, hacia el blanco expedito del horizonte. Esta enorme fotografía consigue que no podamos apartar los ojos de la desolada fascinación que provocan esos lugares ante los que no hay ninguna cosa, absolutamente nadie. Nada. Una nada que actúa como pendant del gesto, igualmente vacío, del mago de Pep Agut. Como señala J. Lageira "La nada que se trata aquí no sería, por lo tanto, la metáfora de la creación, el paso del no ser al ser, sino la desaparición, es decir, el paso del ser al no ser. El mago no va a hacer aparecer una cosa, acaba de hacerla desaparecer. Sus manos están vacías porque algo antes presente en el mundo acaba de entrar en la irrealidad del arte". En La pelea / el baile de Mabel Palacín un personaje / actor se desdobla convirtiéndose en dos para intentar bailar consigo mismo. El personaje / actor es también personaje / autor con lo cual el desdoblamiento comienza a multiplicarse desde el primer planteamiento de la pieza. Para la artista: "el poder de la imagen es deshacer la acción por momentos creando agujeros de sentido para volver inmediatamente a la acción principal, el baile. La pelea / El baile es el intento continuado de realizar una acción, que continuamente se deshace. El personaje intenta bailar y este baile se deshace continuamente en pelea, cuando no en otras acciones difíciles de calificar". Esta apelación al vacío de Agut y Palacín las comparte Ignasi Aballí en su interés, precisamente al inicio de la década de los noventa, por "dejar en suspensión la imagen". Como incertidumbre se nos presenta también la obra Sin título, de Mateo Maté, un árbol encerrado en una urna de cristal para el que se ha suscrito una póliza de seguro que cubre el riesgo aceptado por el artista de que en el plazo de tres años dará fruto. La pieza nos habla, en palabras de su autor "de la comercialización del artista, pues el árbol no es sólo una metáfora, sino el instrumento real para asegurar algo que no es asegurable".

También sobre un proceso de vaciamiento se generan las obras de Eulàlia Valldosera, donde los dibujos dan paso de una figuración formal a una más conceptual, en su caso como manera de describir el cuerpo desde el interior. Sobre una idea renovada de dibujo Federico Guzmán en El problema de Aladino, a partir de una serie de cables, elementos circulares de goma y una tela pintada con un material conductor de la electricidad sugiere una reflexión sobre la comunicación, a partir de la constatación de que el mundo está siendo cubierto por una red física que pone en contacto máquinas y personas. De otro modo las fotografías de Gonzalo Puch también provocan geografía, atmósfera de laboratorio, investigación secreta o exploración exterior de lo cotidiano, en última instancia permanente simulacro de la representación.

Sala 8
Los asuntos importantes del día
La introducción de la privacidad en el espacio público de la galería o las salas del museo genera una serie de efectos en las representaciones artísticas, entre las que cabe destacar la crudeza y la inmediatez de una voluntad escenográfica y dramática y la constitución o revisión del propio espacio habitable. 
Isidro Blasco reconstruye en Bedroom I y Bedroom II partes de su apartamento en Nueva York, a principios de los años noventa. Otro conjunto de piezas hacen lo mismo con otras habitaciones de la casa o con la calle de acceso, sumergiéndonos de lleno en el territorio de la biografía. Lo doméstico asoma también en las "estructuras de comodidad" de Mateo Maté o en Florentino Díaz, "artista que se mueve constantemente entre la esfera de lo exterior / público y del interior / privado y juega con el atractivo engañoso de una transparencia deliberadamente distorsionada para provocar en el espectador una sensación de realidad y habitabilidad que es súbitamente sustituida por la revelación de lo impenetrable", en palabras de Helena Cabello. 
El mundo de Laura Torrado es un mundo habitado sólo por mujeres, en el que asistimos a la escenificación de la representación de un suceso incomprensible y banal. Ya sea la abuela de la artista, el reconocimiento de su identidad y el parangón con las historias que le pertenecen, mediante las que explora y nos da a ver las distintas identidades que la constituyen. Ya sea incluyéndose, como una más, entre las muchachas de un hammam simulado en una pescadería. Cuerpos y casas fantasmales, como en Eulàlia Valldosera o cuerpos existentes justo por su ausencia, como ocurre en los lugares -campos de fútbol, campos de batalla, ciudades, enclaves antropológicos- que recogen en sus fotografías Bleda y Rosa. También Dora García ha prestado una atención especial a los cuerpos como portadores de fábulas y Marina Núñez se ha sentido atraída por las locas, expresión última de cómo el pensamiento hace representación iconográfica de lo desconocido y las monstruas, a cuya faz nos asomamos con una intención doble: la catarsis de nuestros miedos y la subversión. 
 


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