ENTRE LO SUBLIME Y LO PINTORESCO
El paisaje es un constructo cultural con un doble carácter, por una parte físico, en cuanto medio natural transformado por la acción del ser humano, y por otra parte mental, en cuanto a apreciación estética del territorio.
La idea de paisaje como realidad física está estrechamente vinculada con la funcionalidad el medio. De forma continuada, a través de los siglos, el hombre ha tallado sobre el territorio los signos de la cultura del trabajo desarrollada a través de sus diversos oficios.
La idea de paisaje como apreciación estética del territorio surge a partir de la observación placentera de la naturaleza, que va también unida a la experiencia del caminar y del mirar.
Este último concepto cobra especial importancia en el siglo XVIII en el cual surgen dos nuevas categorías estéticas, la de “lo sublime”, dentro del Romanticismo, y la de “lo pintoresco”. Mientras que “lo sublime” plantea el paisaje como medio de comunicación emocional de sentimientos, grandeza, miedo o soledad, a través de la representación de grandes montañas, abismos o desiertos; la categoría de “lo pintoresco”, en contraposición, se centra en la representación de motivos intrascendentes de la naturaleza como pueden ser conjuntos de árboles, rincones rurales o animales domésticos. Podemos decir que “lo sublime” muestra la grandeza de la naturaleza frente al ser humano, y “lo pintoresco” plantea una naturaleza antropométrica, de escala humana.
Previamente existen muestras de la apreciación sensorial del medio en la cultura romana, las cuales nos llegan a través de la poesía pastoril, de los jardines o de las pinturas murales que utilizaban motivos naturales para decorar las paredes de sus casas. Su origen puede encontrarse en la aparición del epicureísmo surgido en el siglo I antes de Cristo, el cual primaba el disfrute de los sentidos como valor ético frente al disfrute corporal defendido por el hedonismo.
Si bien el advenimiento del cristianismo supuso la censura de todo tipo de representación figurativa que no tuviese que ver con las sagradas escrituras o con los mitos de la religión, la reforma protestante del siglo XVI, que lo prohibió, obligó a los artistas holandeses y flamencos a elegir nuevos temas para sus pinturas, como bodegones, retratos de burgueses o paisajes. Dentro de la pintura de paisaje surgieron nuevos subgeneros: paisaje natural, rural o campestre y marinas; y también surgió el término “landstchap”, “landscape” en el Reino Unido,para denominar este nuevo genero pictórico.
Mientras que la representación física del medio ha estado en manos de la cartografía, la representación emocional, el paisaje, ha sido labor de los artistas. Uno de los momentos más significativos, en este sentido, se da en el impresionismo, en el cual se pasa de la representación de los accidentes geográficos a la plasmación de las impresiones que estos provocan en la mirada. Posteriormente, en el periodo de las vanguardias, más preocupadas por el proceso que por el objeto artístico, el genero del paisaje fue relegado a la actividad de pintores aficionados; aunque las ideas de artistas como John Cage o Yves Klein consiguieron cuajar en una posterior generación de creadores que, bajo la influencia del arte conceptual y del minimal art, retomaron la naturaleza como medio de expresión para sus trabajos de land-art o earth-works.
La instalación que se presenta para el proyecto ”lienzo MPH” está compuesta por tres elementos: en primer lugar una retícula irregular fabricada con madera ensamblada que simula una cartografía, topográfica y cultural, generada a través de sus líneas y pliegues; en segundo lugar tres planos recortados, con las siluetas de montañas, como referente a la pintura Romántica y la idea de “lo sublime”; y en tercer lugar una fotografía, como heredera post-contemporánea de la presencia del paisaje en el arte después de la pintura y el land-art, que muestra una imagen de un bosque en referencia a la categoría estética de “lo pintoresco”.