EL CUBISMO Y SUS ENTORNOS EN LAS COLECCIONES DE TELEFÓNICA
A comienzos de la década de los 80 Telefónica inicia una ambicioso proyecto de coleccionismo con el objetivo de recuperar la obra de autores españoles del siglo XX que, a pesar de su enorme prestigio, estaban escasamente representados en nuestro país. Desde entonces las incorporaciones realizadas han dado lugar a un rico patrimonio artístico compuesto por diversas colecciones especializadas, que constituye uno de los fondos más importantes de arte de vanguardia.
La colección sobre el Cubismo es una de las más importantes, si tenemos en cuenta la escasa representación de ésta corriente en España. Su origen se remonta a la adquisición de un importante número de piezas de Juan Gris, cuya contribución a la historia del momento y de la pintura fue, si no tan radical, si tan fructífera como la de los fundadores del movimiento, Picasso y Braque. En los años posteriores a estas primeras once piezas -dibujos y pintura fechados entre 1913 y 1927- se fueron sumando obras de autores franceses, españoles, rusos y latinoamericanos. La exposición que acoge ahora el Museo Patio Herreriano no trata de hacer sólo una revisión del movimiento, sino también, presentar lo sustancial de esos fondos y las adquisiciones de los últimos cuatro años.
El cubismo fue quizás una de las más importantes y radicales revoluciones artísticas desde el Renacimiento, creadora de una realidad artística distinta que rompe con la tradición pictórica anterior. Desde París, se expande en círculos concéntricos hacia otros lugares y el nexo durante un tiempo será Juan Gris, puesto que sobre todo es él quien en una época se comunica con el resto de los interesados en el movimiento, mientras que Picasso y Braque trabajan incomunicados. En la nueva colección se han incorporado por ello piezas que reflejan las uniones establecidas entre París, Madrid y América.
El núcleo parisino, donde se reúnen artistas procedentes de toda centroeuropa, está representado por nombres tan fundamentales como Albert Gleizes, Jean Metzinger, Louis Marcoussis y André Lhote. Por otro lado nos encontramos las experiencias de dos mujeres, las cubofuturistas rusas Alexandra Exter y Natalia Goncharova. El cubismo también influyó en el tímido nacimiento de la vanguardia española y, aunque no llegan a constituir un grupo, se acercan al nuevo lenguaje pintores como Daniel Vázquez Díaz, Manuel Ángeles Ortiz o María Blanchard. El último paso, quizá el más sugerente, es el salto trasatlántico una década más tarde, la visión latinoamericana de Xul Solar, Joaquín Torres-García y Emilio Pettoruti. A ellos debería sumarse el nombre de Rafael Barradas, quien pone en contacto a los autores europeos y americanos.
Pero el Cubismo fue además múltiple en sus ámbitos de realización, amplio en sus registros de lenguaje y, al mismo tiempo, punto de partida o componente esencial de otros movimientos como el constructivismo, el futurismo, el orfismo, el purismo y el vorticismo. Así mismo influyó en muchos escultores, que adaptaron las ideas cubistas de distintas maneras.
Cuando en 1914 estalló la guerra los pintores cubistas, muchos de los cuales habían empezando a desarrollar experiencias artísticas propias, se disgregaron y el movimiento, que había arrancado en 1911, se disolvió. Sin embargo su huella no desaparecerá. Aunque no fue apreciado por el público, sí fue reconocido por los críticos y por varios importantes marchantes. Siguió atrayendo a nuevas figuras e influenció, directa o indirectamente, a casi todos los jóvenes pintores significativos de los años posteriores.