DAMARIS PAN
OALDDILAL V
El título de esta exposición individual de Damaris Pan, Oalddilal V, llamará seguramente a engaño. Una palabra es una forma lingüística de la que esperamos un significado, pero aquí ésta ha sido retorcida, descompuesta y reorganizada. Nos era tan familiar que, convertido en retruécano, nos resulta, efectivamente, extraña. ¿Quién es Oalddilal V? ¿Será un rey godo? ¿Un púgil, una estrella de lucha libre, la gran figura del reguetón? Sea un pope de la cultura popular o el eslabón de una cadena dinástica, Oalddilal V encarna muchas de las pautas que encontraremos en esta exposición.
Damaris Pan (1983), ha venido forjando su práctica en el ámbito de la pintura. La reconfiguración del lenguaje del que resulta el título de la muestra es revelador de un quehacer basado en la experimentación y en la renuncia palmaria a las convenciones que rodean a la pintura, como las que todavía sitúan a la representación y a la abstracción en la pugna de siempre. La dificultad de situar su obra en un lugar o en otro da sentido al trabajo. Buscar antecedentes en la historia de la pintura suele ser un acto reflejo, pero, a la larga, toda posible genealogía en la que queramos situar su obra no tardará en verse desplazada por cuestiones más mundanas, en los gestos afectivos que dan forma a lo cotidiano. Multitud de cuadros habitan dentro en un mismo cuadro; formas mórbidas se entreveran con geometrías rigurosas que recuerdan indudablemente a esas tramas reticulares de las que la modernidad hizo su seña. Tampoco esta posible referencia tarda en ser subvertida, cancelada con ella toda solemnidad. Son como ventanas a la nada. En ocasiones aparecen inscritas en grandes campos de color. En la amplitud de estas superficies, la pincelada se despliega con libertad y deviene agreste, como derivada de un cierto informalismo. Parecería esta extensión cromática alojada en un esquema abstracto, pero, una vez comprendida la escena, resulta solo ser la pierna de alguien. Así aflora la paradoja, entre el “lejos” y el “cerca”, que dicen quienes pintan. También en el encuentro entre el trazo rizado y áspero y las superficies líquidas, muchas de ellas con tonalidades que se degradan de tan livianas. El inventario de formas de tratar el espacio pictórico y el repertorio de atentados al consenso clásico en torno al color, son tan extensas que tienden a resultar desconcertantes.