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CHILLIDA. 1980-2000

Fecha:
Del 4 de abril al 12 de abril de 2009
Lugar:
Sala 6 y Sala 7

En 1980, Eduardo Chillida era un artista reconocido internacionalmente. Su obra se había presentado ya en los grandes museos de Europa y Estados Unidos, y sus intervenciones en espacios públicos habían contribuido de manera muy importante a la renovación de la escultura monumental. Nacido en San Sebastián en 1924, Chillida tenía entonces 56 años y su carrera estaba a punto de realizar un giro decisivo. Entre 1980 y 2002, vivió un periodo de plena madurez. Si en las esculturas juveniles prevalecen la fuerza y la agilidad física, su obra de madurez es cada vez más conceptual.

El universo de Chillida se caracteriza por los agudos contrastes: formas rotundas de piedra y metal, y collages que despliegan todas las dimensiones del espacio, esculturas que evocan las herramientas tradicionales y lo intangible representado por piezas de alabastro que recuerdan las olas del mar. A partir de 1980, el artista incorporó formas y materiales nuevos (mesas, estelas, hormigón, terracotas...), profundizó en la dimensión arquitectónica de su escultura y estudió la relación de la forma y el entorno en una serie de intervenciones en calles, plazas y parques en Alemania, España, Suiza, Finlandia y Japón, entre otros países. El resultado es un conjunto extraordinario de esculturas, relieves, dibujos y obra gráfica, testimonio de uno de los periodos más prolíficos y creativos del artista.

Uno de los conceptos básicos de esta época es la idea de «habitar». La obra se inscribe en el paisaje natural o urbano y contribuye a crear un orden nuevo. La percepción, la reflexión y el pensamiento se imponen al trabajo físico, la espontaneidad y la inmediatez. Sin renunciar a los formatos monumentales, Chillida concede cada vez más importancia al proceso y desarrolla minuciosamente sus proyectos a través de bocetos y estudios. Destacan especialmente las lurras(esculturas de terracota), que sugieren espacios interiores, signos indescifrables que nos remiten a nuestros orígenes; y las gravitaciones, obras en papel cosidas y suspendidas de finos hilos, donde la presencia del límite actúa como generador de espacio a través del juego de los diferentes planos.

Las formas se hacen cada vez más compactas. Se elevan del suelo y se presentan ante la mirada del espectador como signos de interrogación metafísicos. A partir de un proceso de introspección y depuración extremas, la obra de Chillida se convierte en un símbolo de pertenencia a la tierra y de apertura al mundo.

Proyectos públicos. Esta muestra hace especial hincapié en la relevancia que los proyectos públicos adquieren durante estas dos últimas décadas. La voluntad del artista de crear un arte que pertenezca a todos se materializa en diversas ciudades del mundo, y varias de estas obras están presentes en esta ocasión a través de una selección de proyectos. Se presenta, por ejemplo, la maqueta del inacabadoHomenaje a Hokusai, ideado para ser colocado frente al Fujiyama y evocar los cuadros del pintor japonés Katsushika Hokusai, «el viejo loco del dibujo», que pintó incansablemente y en reiteradas ocasiones aquel monte. Asimismo, se presenta el proyecto de Berlín. Colocada frente a la cancillería alemana, esta obra pública es un homenaje a la reconciliación y simboliza la reunificación de las dos Alemanias, materializada a través de dos árboles de acero enfrentados que se buscan sin tocarse, manteniendo de este modo su identidad.

Tierras. El mundo de las tierras está caracterizado por la diferenciación entre laslurras y los óxidos, marcados por la utilización de procesos técnicos diferentes para su elaboración. Las primeras adquieren las diferentes tonalidades por su cocción en horno de leña, mientras que los segundos son cocidos en horno eléctrico, y de ahí que obtengan una coloración más blanquecina y monocroma. La acción del artista sobre cada uno de ellos también difiere: si bien en las lurras la incidencia se efectúa a través de la talla, la perforación o la excavación de los bloques de tierra, en los óxidos los dibujos se logran mediante la impresión de óxido de cobre. Concretamente, Chillida pinta las piezas con un pincel impregnado en óxido, aunque en ocasiones, y especialmente en el óxido presente en la muestra, Óxido G-329, el artista intercala trazos de un negro intenso en diálogo con surcos tallados hacia el interior de la materia, alternando así líneas y espacios para dar dinamismo a la pieza.

Dibujos. Si las esculturas realizadas en ese periodo tienen un ritmo más pausado, y el artista antepone las formas reflexivas y meditadas a la espontaneidad y la rapidez, esa idea se traslada también a los dibujos. Dentro de los seleccionados para la presente exposición, se pueden diferenciar tres tipos: por un lado, una serie de dibujos de tinta negra de trazos gruesos; por otro, dibujos de finas líneas realizados a lápiz o con tinta inspirados en el poema La casa del olvido, del poeta donostiarra Carlos Aurtenetxe; y por último, tres dibujos de manos.

Collages. Aunque Eduardo Chillida parece rechazar y dejar de lado el collage al empezar a realizar sus primeras gravitaciones a mediados de la década de los ochenta, no abandona del todo esta técnica, que le permite seguir con sus interrogaciones al espacio. Entre los cinco collages presentes en la muestra, podemos realizar una clara diferenciación. Por un lado, destaca un collagecaracterizado por la ausencia de tinta y la presencia de diferentes tipos de papel, y por otro, cuatro collages más cercanos a los dibujos debido a la incorporación de trazos negros de tinta sobre el papel. Sin embargo, todos ellos tienen un tema común: la delimitación de espacios.

Gravitaciones y alabastro. A través de las gravitaciones se genera, en su proceso creativo, una nueva vía de experimentación. En este periodo, marcado por la importancia de la obra pública en su producción, al contrario de estos monumentos a gran escala, Chillida abre un nuevo camino expresivo en la intimidad de su estudio, un proceso creativo original y antes nunca descubierto en la historia del arte: las gravitaciones. Realizadas en papeles artesanales elaborados a mano, las gravitaciones se alejan del concepto plástico de collage. Eduardo Chillida, ciertamente cansado de la utilización de la cola, que no deja pasar el espacio en sus creaciones, descubre una nueva forma de actuación: donde antes había cola, ahora pone espacio. Así, en 1985, realiza su primera Gravitación: «Nacen inesperadamente. Un día estando yo trabajando como cualquier otro día. A mí nunca me había gustado la cola. El hecho de pegar los papeles no me parecía el ideal, pero nunca se me había ocurrido que se podía solucionar de muchas maneras. De repente pensé: ¿Por qué en vez de pegar estos dos papeles con cola no los unes de alguna manera, los coses con cuerda o con lo que sea? Empecé a darle vueltas, a hacer pruebas, y claro, inmediatamente. Además, me di cuenta de las consecuencias que tenía. En el lugar donde antes estaba la cola metías el espacio. ¡Cómo vas a comparar el espacio con la cola!». Las gravitaciones son una forma más de modulación del espacio. La presencia del límite como generador de espacio toma forma a través del juego de relaciones entre los diferentes papeles, entre los diversos planos. Las gravitaciones, al igual que las lurras, hacen referencia a lo arcaico, a un mundo más primitivo, pero a través de lenguajes plásticos diferentes. Si las lurras hablan de peso y de masa, las gravitaciones lo hacen de aire y de ingravidez. Las seleccionadas para la muestra fueron realizadas entre 1987 y 1997, una década de frenética actividad creativa, y ofrecen una visión global del universo de las gravitaciones, con la presencia de diferentes papeles de texturas heterogéneas, algunas muy rugosas y casi toscas, como las realizadas en papel amate, un tipo de papel mexicano muy característico.


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