JOAN MIRÓ
Cántic del Sol
A lo largo de su vida Joan Miró (Barcelona, 1893-Palma de Mallorca, 1983) creó uno de los lenguajes plásticos más personales y de mayor repercusión en el arte del siglo XX. Esta exposición presenta un conjunto relevante de obras de este artista realizadas entre 1965 y 1978, momento culminante de la madurez de Miró en el que, a través de un notable dominio de técnicas, prescinde de todo lo que estima superfluo y se concentra en lo esencial. Es el momento también en el que descubre las coincidencias temáticas entre su producción artÃstica y los clásicos de la literatura. De ahà precisamente la decisión de articular la exposición en torno al Cà ntic del sol de san Francisco de AsÃs, como una manera de expresar la cercanÃa espiritual y de imágenes entre la producción de ambos autores.
La exposición Cà ntic del sol reúne un conjunto de 111 obras del artista (30 pinturas, 35 esculturas, 13 grabados y los 33 grabados del libro), que pertenecen a la colección de la Fundació Joan Miró de Barcelona. Esta institución fue creada por el artista con la colaboración de sus grandes amigos Joan Prats y Josep Lluis Sert, el arquitecto autor del edificio, e inaugurada en 1975 con una extraordinaria colección de obras de Miró donadas por el artista.
Joan Miró ilustró en 1975 el poema Cà ntic del sol, traducido al catalán por Josep Carner, en volumen editado por Gustavo Gili que contenÃa 35 imágenes. El poema de san Francisco de AsÃs y la pintura del artista catalán mantienen una estrecha afinidad, ambos proclaman la solemne humildad de las cosas de la tierra, ambos, en mundos culturales y espirituales muy diferentes, nos ofrecen esa presencia y consistencia sin las cuales lo material y cotidiano parece superficial y anodino.
El cántico eleva la voz de la poesÃa y de la pintura, no sólo en las imágenes que suscitó el poema de san Francisco de AsÃs en 1975, también en las pinturas, esculturas y obras sobre papel que Miró habÃa hecho y estaba haciendo entonces. La minuciosa representación de las criaturas más humildes y de los detalles mÃnimos habÃa sido una de las constantes del arte mironiano desde 1917 y 1918. El canto del sol, pero también de las estrellas y del firmamento, de la luna, de la mujer y de los pájaros, de los huertos y de las acequias, de los prados, las flores y las hierbas no constituye un episodio en la evolución de Miró, es uno de los ejes fundamentales de su actividad creadora. El tÃtulo de esta exposición, Cà ntic del sol, tiene su origen en el trabajo de Miró sobre el poema de san Francisco de AsÃs, pero va más allá de esta creación singular y se refiere al fundamento mismo de su pintura.
 En los primeros años sesenta, Joan Miró introdujo cambios sustanciales en su pintura, que se hizo más abstracta y, por decirlo asÃ, más ascética. El propio artista se ha referido a la profunda tensión intelectual que está en el origen de esos cambios e incluso a la decisión de no continuar pintando. Felizmente, esa decisión no llegó a cumplirse nunca y las obras inmediatamente posteriores no hicieron sino confirmar la potencia de su capacidad creadora. Volvieron a aparecer algunos de los signos y motivos que habÃan sido consustanciales a su obra anterior, pero nunca olvidó aquella tensión y aquel desprendimiento. Su obra se hizo más rigurosa y penetrante, también más consciente de sà misma, como si el artista tuviera en mente lo limitado del tiempo que todavÃa le quedaba y necesitara meditar sobre lo que hasta entonces habÃa hecho. Fruto de esta reflexión son algunas de las obras maestras que se pueden contemplar en esta exposición:Mujer III (1965), El primer rayo del dÃa II (1966), Mujer y pájaros en la noche (1968) o Mujer delante de la luna (1974), sin olvidar aquella serie de personajes y cabezas en las que el temor se viste con un traje irónico, cuando no claramente sarcástico, o las que, como Mujer, pájaro, estrella y Personajes, pájaros, estrella ambas de 1978, nos ofrecen una visión tan lÃrica como lúdica de la realidad.
Si algo distingue la poética de Joan Miró es su capacidad para contemplar la diversidad y animarla, para representar la variedad infinita de las cosas y las infinitas posibilidades de su representación. Su mirada descubre, como por casualidad, como sin querer, todo lo que hay de familiar y nuestro en las cosas que vemos, en el cielo y en la tierra, en las montañas y en los campos, en los otros que somos y que nos acompañan. Esta exposición aspira a ofrecer una medida de esa capacidad de mirar y descubrir, alentando nuestra propia mirada y nuestra propia capacidad de asombro.